Alemania fue en su día un modelo económico a emular, pero depender de industrias que han dejado de ser útiles le está costando caro.
Así que, sí, muchos países de Europa y de América Latina invierten poco y necesitan encontrar la manera de estar a la vanguardia de la cuarta Revolución Industrial. Pero también lo necesita Alemania, un país que hace tiempo que necesita la destrucción creativa que permitiría el florecimiento de nuevas ideas y nuevos productos.
Y, sí, muchos estados de Europa y de América Latina tienen lecciones que aprender de otros países. Pero no muchas de ellas vendrán de Alemania, cada vez más una economía analógica en un mundo digital.
La muerte del milagro económico alemán: Hasta hace poco, Alemania parecía ser un dechado de éxito económico y político. Angela Merkel era ampliamente considerada como la verdadera «líder del mundo libre», y el modelo económico alemán basado en las exportaciones parecía proporcionar prosperidad. Pero los últimos acontecimientos -desde la dependencia alemana del gas ruso hasta los retrasos de su industria automovilística en la carrera hacia los coches eléctricos- han socavado esta visión.
En realidad, las debilidades de la economía alemana vienen gestándose desde hace décadas. Las https://leyderecho.org/tag/politicas/ neo-mercantilistas del Estado alemán, impulsadas por los estrechos vínculos entre la élite industrial y política del país, han dejado a Alemania tecnológicamente rezagada, excesivamente dependiente de las autoritarias Rusia y China – y mostrando pocos signos de adaptarse a las realidades digitales del siglo XXI.
En este artículo se dan datos que afianzan la percepción de muerte del milagro económico alemán.
Alemania tiene una población de 83,4 millones de habitantes y ocupa el 5º lugar en términos de RNB ppa (Renta Nacional Bruta en paridad de poder adquisitivo) (por detrás de China, Estados Unidos, India y Japón y por delante de Rusia y Francia).
Alemania ha sido la 2ª potencia económica mundial desde principios del siglo XX (por detrás de Estados Unidos) porque tuvo mucho más éxito en su revolución industrial de la segunda mitad del siglo XIX que el Reino Unido, sobre todo tras la unificación del país en 1871.
En los años 70, las relaciones entre las dos Alemanias mejoraron algo gracias a la iniciativa del canciller de Alemania Occidental, Willy Brandt: se hizo más fácil para los alemanes orientales (de edad avanzada) obtener un breve permiso para ir al entierro de un familiar, o incluso emigrar a Occidente (a cambio de una especie de «rescate» de la RFA a la RDA). Por otra parte, los jóvenes alemanes orientales tenían absolutamente prohibido abandonar el país y trasladarse a Occidente.
El final de esta situación humana tan dolorosa llegó en 1989: en aquel momento, la URSS atravesaba dificultades muy graves (económicas, militares, etc.) y no disponía de medios para intervenir en Europa Central en unos países cada vez más resentidos con el régimen comunista. Así ocurrió cuando, en la primavera de 1989, Hungría decidió que los ciudadanos del bloque del Este que quisieran cruzar la frontera con Austria podrían hacerlo sin controles (mientras que la frontera estaba bloqueada desde 1947): ¡la URSS ni siquiera reaccionó! En cuanto llegaron las vacaciones de verano, decenas de miles de alemanes del Este se precipitaron a Hungría, cruzaron la frontera, llegaron a Austria y condujeron hasta Alemania Occidental para ver qué aspecto tenía el país que oían por la radio y la televisión y que no habían podido visitar desde 1961... en resumen, el Muro de Berlín que les había impedido salir ya no servía para nada.
A diferencia de otros países de la UE cuya lengua es tan especial que la gente no suele esforzarse por aprenderla (húngaro, estonio, checo, etc.), Alemania cree que los estudiantes extranjeros deberían hacer a menudo un curso de alemán, ofrecido en particular por sus Institutos Goethe.
Pero Alemania camina sobre cáscaras de huevo a este respecto: sabe hasta qué punto su imagen sigue empañada en algunas partes del mundo a causa del nazismo, y por ello no quiere promocionarse demasiado por miedo a que se la vuelva a considerar una potencia expansionista; pero, por otra parte, ha comprendido antes que otros países europeos que necesita traer inmigrantes para mantener su posición económica, aunque su población tienda a estancarse.
Alemania fue en su día un modelo económico a emular, pero depender de industrias que han dejado de ser útiles le está costando caro.
Así que, sí, muchos países de Europa y de América Latina invierten poco y necesitan encontrar la manera de estar a la vanguardia de la cuarta Revolución Industrial. Pero también lo necesita Alemania, un país que hace tiempo que necesita la destrucción creativa que permitiría el florecimiento de nuevas ideas y nuevos productos.
Y, sí, muchos estados de Europa y de América Latina tienen lecciones que aprender de otros países. Pero no muchas de ellas vendrán de Alemania, cada vez más una economía analógica en un mundo digital.
La muerte del milagro económico alemán: Hasta hace poco, Alemania parecía ser un dechado de éxito económico y político. Angela Merkel era ampliamente considerada como la verdadera «líder del mundo libre», y el modelo económico alemán basado en las exportaciones parecía proporcionar prosperidad. Pero los últimos acontecimientos -desde la dependencia alemana del gas ruso hasta los retrasos de su industria automovilística en la carrera hacia los coches eléctricos- han socavado esta visión.
En realidad, las debilidades de la economía alemana vienen gestándose desde hace décadas. Las https://leyderecho.org/tag/politicas/ neo-mercantilistas del Estado alemán, impulsadas por los estrechos vínculos entre la élite industrial y política del país, han dejado a Alemania tecnológicamente rezagada, excesivamente dependiente de las autoritarias Rusia y China – y mostrando pocos signos de adaptarse a las realidades digitales del siglo XXI.
En este artículo se dan datos que afianzan la percepción de muerte del milagro económico alemán.
Buenísimo, gracias 😊🫂
Alemania tiene una población de 83,4 millones de habitantes y ocupa el 5º lugar en términos de RNB ppa (Renta Nacional Bruta en paridad de poder adquisitivo) (por detrás de China, Estados Unidos, India y Japón y por delante de Rusia y Francia).
Alemania ha sido la 2ª potencia económica mundial desde principios del siglo XX (por detrás de Estados Unidos) porque tuvo mucho más éxito en su revolución industrial de la segunda mitad del siglo XIX que el Reino Unido, sobre todo tras la unificación del país en 1871.
En los años 70, las relaciones entre las dos Alemanias mejoraron algo gracias a la iniciativa del canciller de Alemania Occidental, Willy Brandt: se hizo más fácil para los alemanes orientales (de edad avanzada) obtener un breve permiso para ir al entierro de un familiar, o incluso emigrar a Occidente (a cambio de una especie de «rescate» de la RFA a la RDA). Por otra parte, los jóvenes alemanes orientales tenían absolutamente prohibido abandonar el país y trasladarse a Occidente.
El final de esta situación humana tan dolorosa llegó en 1989: en aquel momento, la URSS atravesaba dificultades muy graves (económicas, militares, etc.) y no disponía de medios para intervenir en Europa Central en unos países cada vez más resentidos con el régimen comunista. Así ocurrió cuando, en la primavera de 1989, Hungría decidió que los ciudadanos del bloque del Este que quisieran cruzar la frontera con Austria podrían hacerlo sin controles (mientras que la frontera estaba bloqueada desde 1947): ¡la URSS ni siquiera reaccionó! En cuanto llegaron las vacaciones de verano, decenas de miles de alemanes del Este se precipitaron a Hungría, cruzaron la frontera, llegaron a Austria y condujeron hasta Alemania Occidental para ver qué aspecto tenía el país que oían por la radio y la televisión y que no habían podido visitar desde 1961... en resumen, el Muro de Berlín que les había impedido salir ya no servía para nada.
A diferencia de otros países de la UE cuya lengua es tan especial que la gente no suele esforzarse por aprenderla (húngaro, estonio, checo, etc.), Alemania cree que los estudiantes extranjeros deberían hacer a menudo un curso de alemán, ofrecido en particular por sus Institutos Goethe.
Pero Alemania camina sobre cáscaras de huevo a este respecto: sabe hasta qué punto su imagen sigue empañada en algunas partes del mundo a causa del nazismo, y por ello no quiere promocionarse demasiado por miedo a que se la vuelva a considerar una potencia expansionista; pero, por otra parte, ha comprendido antes que otros países europeos que necesita traer inmigrantes para mantener su posición económica, aunque su población tienda a estancarse.